martes, 6 de octubre de 2009

No dejar prostituir el nombre "Universidad"

El rechazo de Humanidades al dinero sucio
y el derecho al nombre

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En la sesión del miércoles 30 de septiembre, el Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue rechazó los fondos provenientes de La Alumbrera. El pronunciamiento -presentado por lxs consejerxs estudiantiles Viviana Mercado, Lidia Salazar y Damián Olivares- fue aprobado por unanimidad tras una discusión que no agotó las posibilidades del tema. Humanidades se suma así a las facultades de Universidades argentinas que rechazan esos fondos provenientes de la explotación de la naturaleza –y de los seres humanos- que el Consejo Interuniversitario Nacional aceptó y repartió entre las universidades nacionales.

Los fondos provienen de tres empresas de origen suizo y canadiense que explotan La Alumbrera, ligadas por una Unidad Transitoria de Empresas a Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio (YMAD). Este organismo, que detenta el derecho de explotación de la mina está conformado por el gobierno de Catamarca -la explotación está en el departamento Belén de esa provincia-, la Universidad de Tucumán -que descubrió el yacimiento en 1948- y el Estado Nacional. En esa sociedad, la empresa percibe el 80 por ciento de las utilidades, y el YMAD el 20 por ciento restante. De ese 20 por ciento, una parte –el 60 por ciento- se destina a la provincia de Catamarca, un 20 por ciento a la Universidad de Tucumán y otro 20 por ciento se distribuye entre las universidades nacionales, según la ley nacional 14.771. Es decir, un 0,04 por ciento de las ganancias de La Alumbrera se reparte entre todas las universidades argentinas. A la Facultad de Humanidades le tocaba cobrar 40.000 pesos, luego del reparto llevado a cabo en el Consejo Superior de la UNCo.

Como es sabido, La Alumbrera comenzó su actividad en 1997. En 1998, el que en ese momento era director de Medio Ambiente de Tucumán -Juan González- denunció a la empresa por los niveles de metales hallados en el canal DP2, donde desemboca el mineraloducto de La Alumbrera, en la cuenca del río Salí Dulce. Cuatro años, después, en 2002, el fiscal de la Cámara Federal de Tucumán -Gustavo Antonio Gómez- retomó el expediente y en 2008, el vicepresidente de la firma, Julián Rooney, fue procesado por el delito de contaminación peligrosa, previsto en la ley nacional de residuos peligrosos. Se consideraba posible que en 2010 la causa fuera elevada a juicio oral y público, pero el 24 de septiembre pasado, la Cámara Nacional de Casación Penal consideró "hacer lugar parcialmente al recurso de casación interpuesto por la defensa" y "anular la decisión de la Cámara Federal de Apelaciones de Tucumán". Como señaló Javier Pardo –de la Unión de Asambleas Ciudadanas-, esto significa que la causa continúa abierta. Sin embargo, deben realizarse nuevas presentaciones conformes a la sentencia del tribunal, que -con dos votos negativos y uno en disidencia- señala que se produjeron anomalías formales durante el proceso y niega la existencia de indicios de contaminación. Para justificar esto último, tomó en cuenta estudios realizados por la Universidad de Tucumán, ligada a la explotación de la mina[1]. Este último dato es central para considerar la importancia del rechazo de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue a los 40.000 pesos que le tocaban en el oscuro reparto. Es tan importante el dato que separa la paja del trigo: eso que se llama a sí mismo, de forma espuria, “universidad”, de lo que es realmente una universidad.

Es cierto que el presupuesto de las universidades públicas en su totalidad puede ser –o directamente es- en gran medida producto de actividades depredatorias de la naturaleza e indiferentes a los derechos de lxs habitantes del país. El cultivo de la soja, por ejemplo, produce fortunas para lxs felices poseedorxs de esas miles de hectáreas que en pocos años quedarán totalmente inutilizadas para la actividad agrícola. El Estado, cuando puede, les cobra impuestos, y de allí proviene parte del dinero con que se sostienen las facultades de la UNCo. Este es uno de los argumentos de quienes vacilan al rechazar los dineros de La Alumbrera, desesperados ante el bajísimo presupuesto para las universidades nacionales. Piensan: ¿Por qué tanto alboroto si otros recursos tienen también orígenes oscuros? Como sabemos, hay fondos que llegan a las universidades provenientes del Tesoro Nacional. Otros, no: es el caso de los fondos de La Alumbrera. Desde que comenzó la explotación de la mina, se generó una protesta creciente por parte de quienes resultan afectados. El derroche de agua, la contaminación del aire, el agua y el suelo, la afectación a la salud de los habitantes del lugar, generaron un movimiento que incluye desde 2008 el rechazo por parte de facultades de universidades nacionales a los recursos provenientes de ese origen oscuro. La claridad de conciencia de lxs universitarixs que no se dejan engañar por la intencionalidad de esos aportes a las empobrecidas universidades nacionales, es lo propio de una universidad.

Y es que la “universidad”, si se liga a una actividad generadora de poder económico sufre una distorsión como institución educativa y de investigación, ya que los fondos impiden su libertad de expresión sobre el impacto ambiental y social que provoca la actividad de la que forma parte interesada. Las universidades son generadoras de pensamiento y de prácticas profesionales. Aceptar los fondos de una actividad tan claramente oscura como la minería a cielo abierto no puede más que reforzar actitudes y acciones solipsistas, individualistas, justificadoras de la opresión y la explotación.

Esos discursos y esas prácticas que justifican la explotación de la naturaleza y de lxs seres humanxs y que aprovechan los productos de la explotación, son propias de todo el sistema capitalista, en el que estamos insertxs de tal manera que casi no nos deja pensar fuera de sus términos. Es el sistema que da base a la segregación, la dominación y la utilización de millones de seres humanxs para beneficio de unos pocos. Es el sistema que permite a quienes disponen de los ingentes recursos económicos habidos de esa forma –mal habidos, entonces- afectar la vida de generaciones enteras contaminando la naturaleza. Tan generalizado y naturalizado está ese sistema que el rechazo de Humanidades pareciera no cambiar nada. Alguien podría decir que rechazar dichos fondos es una acción meramente testimonial, simbólica.

Sin embargo, otras facultades y unidades académicas rechazaron también los fondos de La Alumbrera. En la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), lo hicieron las facultades de Trabajo Social, Ingeniería, Ciencias de la Educación y Bromatología. En la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), las facultades de Psicología, Filosofía y Humanidades y Derecho y Ciencias Sociales. La Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta (UNSA), también los rechazaron, así como la sede Esquel de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB) y las escuelas de Ciencias de la Información y Biología de la UNCórdoba. Si la universidad puede crear pensamiento crítico, estas facultades y estas sedes constituyen universidad. Lo otro es acumulación de capital, mero negocio basado en la infelicidad, la pobreza, la enfermedad, el analfabetismo, la mutilación de las mentes, la utilización criminal de los recursos naturales. Rechazar los fondos de La Alumbrera, entonces, no es meramente testimonial. Es en defensa de la educación pública. En defensa de la autonomía universitaria. En contra de la naturalización de un sistema social injusto. A favor de seguir siendo universidad.

Otras facultades de la UNCo aceptaron los fondos. No se sabe en qué los utilizarán, pero no es difícil darse cuenta de las diferencias entre Humanidades y esas facultades. Humanidades no tiene presupuesto para vehículos que transporten a los estudiantes de Geografía a sus salidas de campo, por ejemplo. Por lo tanto, se ve obligada a pedir prestados o a alquilar vehículos de otras facultades. Quizás de esas mismas facultades que aceptaron el dinero sucio y que dispondrán de vehículos para prestar o alquilar a Humanidades. Es una paradoja. Quizás docentes y estudiantes de Humanidades se vean obligados a sentarse y viajar en los vehículos que rechazamos comprar con dinero mal habido. O quizás esas facultades decidan no prestar ni alquilar vehículos –por poner un ejemplo- a Humanidades. El poder se funda -tantas veces, no?- en la indiferencia ante los derechos de lxs demás y en la falta de vergüenza, es decir, en la desvergüenza. Y en la corrupción de aquello que dicen que es la esencia de la universidad: generar conocimiento.
Ahora rechazamos el dinero sucio. Esto nos obliga a pensar cómo hacemos una universidad que pueda investigar, pagar sueldos a más docentes para más estudiantes bien atendidxs, becar a quienes lo necesiten, tener aulas, sillas, recursos de clase (libros, computadoras, proyectores de video, dvd, etc), en un entorno que quiere obligar a la universidad a prostituirse para seguir existiendo. Cómo hacemos para ser universidad, es decir, para generar conocimiento, ya que una “universidad” destinada a brindar supuestos informes de investigación a una empresa para que esta pueda justificar todo lo que quiera, de universidad sólo tiene el nombre y se aprovecha de él. No es conocimiento lo que genera. Genera las condiciones de su supervivencia al colaborar con el negocio de la empresa. Se compra el derecho a seguir llamándose “universidad”. Pero es claro que eso no tiene derecho a seguir usando ese nombre.

En las vísperas del bicentenario y en el contexto de “la gran patria latinoamericana” que se viene construyendo –por lo menos, en las fotos de algunos presidentes de Latinoamérica, juntos, a veces sonrientes-, quizás Humanidades y las otras facultades de otras universidades que rechazaron los fondos, sean aplaudidas como la vanguardia de la recuperación de la soberanía nacional. Si esto fuera así, se avecinarían tiempos mejores para facultades con semejantes ovarios.

Eso, si unx todavía cree en la soberanía nacional (véase más arriba qué entidades integran el YMAD...). Si unx cree que el problema va más allá, la militancia hoy atraviesa los intereses de todxs lxs que exigimos para todxs salud, vivienda, educación, tierra para sembrar, distribución igualitaria de todo, condiciones para desarrollarnos en todas nuestras potencialidades de seres humanxs, sin que la realización de unxs implique la enfermedad y la muerte de otrxs. En Belén sobra tierra pero falta agua, y La Alumbrera gasta millones de litros de agua por día. En Neuquén, quienes podrían cultivar las tierras son obligadxs a ocupar las secas bardas, mientras las tierras ricas cercanas al río son tapadas con cemento para construir paseos, instalar comercios, edificar casas que son monumentos a la injusticia. En Humanidades, la mayoría de lxs estudiantes pena por un libro y estudia sin condiciones básicas para hacerlo... Son algunos ejemplos. La lucha por los derechos humanos se entronca con la defensa de los bienes comunes y, sobre todo, con las reivindicaciones de clase: nadie tiene derecho a depredar lo que es de todxs solo porque dispone de recursos económicos en cantidades obscenas. La universidad –el pensamiento crítico, el conocimiento- es central en esta lucha. Lo sabemos, pero a veces, llevados por lo inmediato, olvidamos el sentido.

Lxs que trabajamos en la universidad, lxs docentes cuyo salario proviene de la universidad y que vemos degradarse la universidad, que hacemos todo lo que podemos pero nos quedamos cortxs, a veces queremos “bajar los brazos”, como se suele decir. Desesperamos ante lo que todavía nos espera, nos entregamos a la milito-burocracia, enterramos nuestras cabezas en los papeles. Por eso, vaya un saludo a lxs estudiantes universitarixs que no bajan los brazos. Aunque –o porque- nos corren de cerca, en algunas facultades de algunas universidades podemos seguir usando el nombre al no dejarnos prostituir: universidad, ese nombre.

[1] http://www.noalamina.org/mineria-argentina/mineria-general/cuando-la-etica-es-lo-primero

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